Crítica:
Regüeldos
- Autor:
Diego Salgado
- Fecha:
Lo mejor:
La gestión por parte del director de un presupuesto exiguo e infinitos tópicos
Lo peor:
La mejor interpretación corre a cargo de una niña de nueve o diez años
Valoración GDO
Valoración usuarios
- Género: Terror
- Fecha de estreno: 14/08/2015
- Director:
Miguel Ángel Vivas
- Actores:
Matthew Fox (Patrick), Clara Lago (mujer), Quinn McColgan (Lu), Jeffrey Donovan (Jack), Valeria Vereau (Emma), Jeremy Wheeler (conductor del autobús)
- Nacionalidad y año de producción:
España, Hungría,
2015
- Calificación: No recomendada menores de 16 años
En uno de los muchos momentos irritantes que jalonan este tercer largometraje del director Miguel Ángel Vivas tras Reflejos (2002) y
Secuestrados (2010), uno de los dos adultos protagonistas trata de tranquilizar a una niña aterrorizada ante lo que se les viene encima a todos los personajes: el asalto a las casas amuralladas donde han pasado los últimos nueve años tras una catástrofe infecciosa que diezmó a la humanidad, por parte de unos mutantes voraces que Patrick (
Matthew Fox) y Jack (
Jeffrey Donovan) creían no podrían llegarse hasta las latitudes gélidas a que se habían trasladado con la pequeña Lu (Quinn McColgan) para sobrevivir.
El recurso para calmar a la chiquilla pasa por contarle una fábula, que resulta ser el argumento de E.T. El extraterrestre (1982), una de las cimas del cine comercial estadounidense producido en los años 80 y 90 del pasado siglo. Un guiño cómplice, viscoso, al espectador, que explicita, por si no nos hubiesen bastado el dramatismo artificioso, el folletín familiar, el humanismo de primaria, el suspense prefabricado, los infinitos lugares comunes que habían regado hasta entonces la ficción, el daño tan inmenso que ha hecho el mainstream de aquella época y sus derivas a varias generaciones de espectadores, comiqueros, escritores y cineastas que la disfrutaron en su niñez y la han mitificado hasta hacer de ella emblema emocional y creativo; con el resultado de que sus propias constantes artísticas y hasta vitales son poco más que regüeldos carentes de ninguna operatividad en nuestro presente.
Extinction reúne a tres insignes afectados por dicha plaga, que se ha cebado especialmente con el paisanaje cinematográfico español, quién sabe si porque se abatió sobre un páramo en lo referido a una cultura popular autóctona o de latitudes diferentes a la norteamericana con una sofisticación y un calado mínimos. El primero es
Jaume Collet-Serra, que ejerce en esta ocasión como productor a través de su compañía Ombra Films, y que ya ha manifestado sobradamente en sus propias realizaciones una concepción de los géneros y las formas tan aseada como inocua. El segundo, el guionista Alberto Marini, muy lejos de la acritud que supo aportar a
Mientras duermes (2011) a la hora de adaptar al cine una novela apocalíptica escrita por Juan de Dios Garduño que ya goza de secuela en trámite de publicación. Y, el tercero, el citado Miguel Ángel Vivas, que, con su ópera prima, Reflejos, se subió al carro del cine con asesinos en serie maquiavélicos por entonces en auge; que, con
Secuestrados (2010), se apuntó al cine de horror extremo que estaba de moda en ese momento, aunque con un brioso ejercicio de estilo que hace de ella su mejor película hasta la fecha; y que, con
Extinction, concreta una más de las innumerables mediocridades con ribetes inofensivos de intriga y fantasía, con niños y adolescentes, que exigen hoy por hoy las carteleras de extrarradio, los canales temáticos de televisión, las plataformas de pago por visión.
Contemplada desde ese desalentador punto de vista, rebajando los baremos todo lo posible, ha de concederse que
Extinction hace gala de una cierta solidez, que permite disculpar la nulidad de las interpretaciones y, sobre todo, la pobreza en lo que se refiere a localizaciones y efectos digitales. En cualquier caso, la cinta, como casi todas, habla en definitiva de sí misma: se trata de un ejemplo paradigmático de cine de género atrapado, congelado, en claves periclitadas, que, ante el asalto de nuevos argumentos, prefiere abandonarse a la alucinación, el espejismo, el ayer.
- Autor: Diego Salgado
- Fecha:

Lo mejor:
La gestión por parte del director de un presupuesto exiguo e infinitos tópicos
Lo peor:
La mejor interpretación corre a cargo de una niña de nueve o diez años
Valoración usuarios
- Género: Terror
- Fecha de estreno: 14/08/2015
- Director: Miguel Ángel Vivas
- Actores: Matthew Fox (Patrick), Clara Lago (mujer), Quinn McColgan (Lu), Jeffrey Donovan (Jack), Valeria Vereau (Emma), Jeremy Wheeler (conductor del autobús)
- Nacionalidad y año de producción: España, Hungría, 2015
- Calificación: No recomendada menores de 16 años
En uno de los muchos momentos irritantes que jalonan este tercer largometraje del director Miguel Ángel Vivas tras Reflejos (2002) y Secuestrados (2010), uno de los dos adultos protagonistas trata de tranquilizar a una niña aterrorizada ante lo que se les viene encima a todos los personajes: el asalto a las casas amuralladas donde han pasado los últimos nueve años tras una catástrofe infecciosa que diezmó a la humanidad, por parte de unos mutantes voraces que Patrick ( Matthew Fox) y Jack ( Jeffrey Donovan) creían no podrían llegarse hasta las latitudes gélidas a que se habían trasladado con la pequeña Lu (Quinn McColgan) para sobrevivir.
El recurso para calmar a la chiquilla pasa por contarle una fábula, que resulta ser el argumento de E.T. El extraterrestre (1982), una de las cimas del cine comercial estadounidense producido en los años 80 y 90 del pasado siglo. Un guiño cómplice, viscoso, al espectador, que explicita, por si no nos hubiesen bastado el dramatismo artificioso, el folletín familiar, el humanismo de primaria, el suspense prefabricado, los infinitos lugares comunes que habían regado hasta entonces la ficción, el daño tan inmenso que ha hecho el mainstream de aquella época y sus derivas a varias generaciones de espectadores, comiqueros, escritores y cineastas que la disfrutaron en su niñez y la han mitificado hasta hacer de ella emblema emocional y creativo; con el resultado de que sus propias constantes artísticas y hasta vitales son poco más que regüeldos carentes de ninguna operatividad en nuestro presente.
Extinction reúne a tres insignes afectados por dicha plaga, que se ha cebado especialmente con el paisanaje cinematográfico español, quién sabe si porque se abatió sobre un páramo en lo referido a una cultura popular autóctona o de latitudes diferentes a la norteamericana con una sofisticación y un calado mínimos. El primero es Jaume Collet-Serra, que ejerce en esta ocasión como productor a través de su compañía Ombra Films, y que ya ha manifestado sobradamente en sus propias realizaciones una concepción de los géneros y las formas tan aseada como inocua. El segundo, el guionista Alberto Marini, muy lejos de la acritud que supo aportar a Mientras duermes (2011) a la hora de adaptar al cine una novela apocalíptica escrita por Juan de Dios Garduño que ya goza de secuela en trámite de publicación. Y, el tercero, el citado Miguel Ángel Vivas, que, con su ópera prima, Reflejos, se subió al carro del cine con asesinos en serie maquiavélicos por entonces en auge; que, con Secuestrados (2010), se apuntó al cine de horror extremo que estaba de moda en ese momento, aunque con un brioso ejercicio de estilo que hace de ella su mejor película hasta la fecha; y que, con Extinction, concreta una más de las innumerables mediocridades con ribetes inofensivos de intriga y fantasía, con niños y adolescentes, que exigen hoy por hoy las carteleras de extrarradio, los canales temáticos de televisión, las plataformas de pago por visión.
Contemplada desde ese desalentador punto de vista, rebajando los baremos todo lo posible, ha de concederse que Extinction hace gala de una cierta solidez, que permite disculpar la nulidad de las interpretaciones y, sobre todo, la pobreza en lo que se refiere a localizaciones y efectos digitales. En cualquier caso, la cinta, como casi todas, habla en definitiva de sí misma: se trata de un ejemplo paradigmático de cine de género atrapado, congelado, en claves periclitadas, que, ante el asalto de nuevos argumentos, prefiere abandonarse a la alucinación, el espejismo, el ayer.