La directora de La batalla de Solferino, Justine Triet, vuelve a instrumentalizar la comedia no para complacer al espectador reafirmando sus certezas, sino más bien con el fin de enfrentarnos a las contradicciones ideológicas de la mujer mo­derna. La película, aplaudida fervorosamente por la crítica, es una cáustica mirada a una abogada incapaz de encontrar ninguna forma de placer ajena a su trabajo, atrapada entre las exigencias familiares, la inestabilidad de las relaciones sen­timentales y una egolatría que la ha aislado afec­tivamente del resto de sus congéneres. Victoria acaba de aceptar un caso que choca frontalmen­te con sus principios: defender a un amigo de la acusación de haber apuñalado a su pareja. Mien­tras tanto, decide retomar el contacto con un an­tiguo cliente, Sam, que comenzará a ayudarla con su vida diaria, a la vez que su inmaduro exmarido escribe en un blog crueles relatos inspirados en los años que vivieron juntos.

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