Crítica:
La banalidad de lo humano
- Autor:
Roberto Piorno
- Fecha:
Lo mejor:
La verdad que destila cada plano
Lo peor:
Acaba por resultar algo reiterativa
Valoración GDO
Valoración usuarios
- Género: Comedia dramática
- Fecha de estreno: 29/05/2015
- Director:
Roy Andersson
- Actores:
Holger Andersson (Jonathan), Nils Westblom (Sam), Viktor Gyllenberg (Karl XII), Lotti Törnros (profesor de flamenco), Jonas Gerholm (teniente Lonesome), Ola Stensson (Capitán / Barbero)
- Nacionalidad y año de producción:
Noruega, Alemania, Francia,
2014
- Calificación: No recomendada menores de 12 años
La vida, la mayor parte del tiempo, es una sucesión de acciones banales, planas e intrascendentes, y ya hay demasiados cineastas empeñados en retratar esos contados minutos de gloria que merecen figurar en la breve antología de los hechos de cada uno. Roy Anderson es de otra pasta; a él le interesa el eco del silencio de un día cualquiera, de un diálogo bobo entre conocidos o desconocidos, de una inopia cincelada desde la más perfecta intrascendencia, en la observación del irrelevante transcurrir del tiempo.
Pero su película (ni ninguna de las anteriores) no es en absoluto aburrida. Hay en esos incontables minutos de la basura de las vidas anónimas material de sobra para esculpir un imperecedero monumento a la condición humana, al absurdo mismo de la existencia.
Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia cierra la brillante trilogía cómica del cineasta sueco por todo lo alto, o lo bajo, según se mire. Hablamos de una comedia de esas que arrancan media sonrisa cómplice ante la reconocible banalidad de lo cotidiano. No hay en ella coartada para la carcajada, ni mucho menos.
Anderson es un maestro de la miniatura, de las crónicas del vacío, de las estampas microscópicas de un día a día nada memorable, pero necesariamente tragicómico. Y es que si no te ríes del absurdo de una existencia forjada en torno a menudencias tales, de qué te vas a reír. La cinta es, a la postre, una memorable sucesión de viñetas minimalistas, casi un cómic que ilustran con proverbial mala uva y finísima ironía la absolutamente insoportable levedad del ser. Cine real como la vida misma, entre entrañable y trágico, entre la ternura y la caricatura.
Anderson tiene un don para retratar ese mundo silencioso de la irrelevancia anecdótica, que a la postre es la mejor nos define como seres humanos, y en sus manos la intrascendencia cuaja como la mejor de las comedias, y es que las películas del director sueco irradian una verdad y una humanidad contagiosas, como espejos distorsionados, aunque solo un poco, de lo meramente rutinario, levantando acta de la excentricidad inherente a esa insustancialidad que se esconde, y no tanto, detrás de la experiencia humana.
- Autor: Roberto Piorno
- Fecha:

Lo mejor:
La verdad que destila cada plano
Lo peor:
Acaba por resultar algo reiterativa
Valoración usuarios
- Género: Comedia dramática
- Fecha de estreno: 29/05/2015
- Director: Roy Andersson
- Actores: Holger Andersson (Jonathan), Nils Westblom (Sam), Viktor Gyllenberg (Karl XII), Lotti Törnros (profesor de flamenco), Jonas Gerholm (teniente Lonesome), Ola Stensson (Capitán / Barbero)
- Nacionalidad y año de producción: Noruega, Alemania, Francia, 2014
- Calificación: No recomendada menores de 12 años
La vida, la mayor parte del tiempo, es una sucesión de acciones banales, planas e intrascendentes, y ya hay demasiados cineastas empeñados en retratar esos contados minutos de gloria que merecen figurar en la breve antología de los hechos de cada uno. Roy Anderson es de otra pasta; a él le interesa el eco del silencio de un día cualquiera, de un diálogo bobo entre conocidos o desconocidos, de una inopia cincelada desde la más perfecta intrascendencia, en la observación del irrelevante transcurrir del tiempo.
Pero su película (ni ninguna de las anteriores) no es en absoluto aburrida. Hay en esos incontables minutos de la basura de las vidas anónimas material de sobra para esculpir un imperecedero monumento a la condición humana, al absurdo mismo de la existencia. Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia cierra la brillante trilogía cómica del cineasta sueco por todo lo alto, o lo bajo, según se mire. Hablamos de una comedia de esas que arrancan media sonrisa cómplice ante la reconocible banalidad de lo cotidiano. No hay en ella coartada para la carcajada, ni mucho menos.
Anderson es un maestro de la miniatura, de las crónicas del vacío, de las estampas microscópicas de un día a día nada memorable, pero necesariamente tragicómico. Y es que si no te ríes del absurdo de una existencia forjada en torno a menudencias tales, de qué te vas a reír. La cinta es, a la postre, una memorable sucesión de viñetas minimalistas, casi un cómic que ilustran con proverbial mala uva y finísima ironía la absolutamente insoportable levedad del ser. Cine real como la vida misma, entre entrañable y trágico, entre la ternura y la caricatura.
Anderson tiene un don para retratar ese mundo silencioso de la irrelevancia anecdótica, que a la postre es la mejor nos define como seres humanos, y en sus manos la intrascendencia cuaja como la mejor de las comedias, y es que las películas del director sueco irradian una verdad y una humanidad contagiosas, como espejos distorsionados, aunque solo un poco, de lo meramente rutinario, levantando acta de la excentricidad inherente a esa insustancialidad que se esconde, y no tanto, detrás de la experiencia humana.